En Bellas Artes: la cochinilla, humilde insecto ligado a los poderes político y religioso y la realeza

De cinco estrellas

Victoria González Prado

 

Paula Arredondo nos muestra el mapa de la Ciudad de México (1737).

 

El esplendoroso color púrpura, emblemático del poder político y religioso, que lucían los señores de la Gran Tenochtitlán, los mantos de la realeza europea y aun lienzos de varios maestros de la pintura, es el ácido carmínico que proviene, como se sabe, de la cochinilla hembra (Dactylopius coccis), conocida también como grana cochinilla, y de otros insectos en menor cuantía.

Del tema nos informa ampliamente el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) con la exposición “Rojo Mexicano. La cochinilla en el arte”, que abrió en el Museo del Palacio de Bellas Artes el pasado 10 de noviembre. Fue planeada durante el coloquio internacional “Rojo Mexicano” realizado aquí en el año 2014, con participación de especialistas de museos de varios países.

Los reporteros de la “fuente” la visitamos, en exclusiva, invitados por la Secretaría de Turismo federal (Sectur). Nos guiaba Paula Arredondo, quien nos comentó que del 10 de noviembre a la fecha, la muestra ha sido visitada por 50 mil personas.

Durante más de 300 años, desde mediados del siglo XVI hasta los del XIX, la cochinilla, humilde insecto que abunda en Oaxaca -incluso en la costa- y Tlaxcala, se llevaba a Veracruz para enviarlo a Sevilla. Fue el producto de exportación más importante del país después de la plata. Durante mucho tiempo los españoles mantuvieron en secreto, como privilegio para la corona española, el origen del pigmento, que en España se vendía como carmín de las Indias, recordó Paula.

Se explica que la grana cochinilla es originaria de México, pero la hay en Ecuador, Perú y Bolivia. Su cuerpo es blando, semiovalado, color morado y apariencia anillada. Se encuentra principalmente sobre la penca y los frutos del nopal. Ahí se alimenta de la savia, se desarrolla y reproduce.

El colorante que se le extrae es de intensas tonalidades, que van del púrpura al naranja, era conocido por los aztecas desde tiempos remotos antes de la llegada de los españoles a América, y durante la Colonia lo llevaron a España, desde donde se popularizó en otros países de Europa.

El tinte fue muy codiciado entre los artistas europeos de la época; incluso en una caja de pigmentos de William Turner se encontró un frasco de este rojo mexicano, nos dijo Paula. En la muestra se informa que fue empleado por innumerables artistas mexicanos, españoles, ingleses, franceses y holandeses e incluso llegó a Japón. Entre finales del siglo XVI y finales del XIX lo utilizaron Velázquez, Zurbarán, Tintoretto, Van Dyck, Tiziano, Rubens, Delacroix, Renoir, Cezanne, Van Gogh y Gauguin, entre otros hoy clásicos. Cautivó particularmente a pintores españoles, como El Greco (“Cabeza de Cristo”, 1600) y Velázquez (“Retrato del Arzobispo Fernando de Valdés”, 1645).

Fue sólo cuestión de tiempo para que otros maestros como Rubens (“Isabella Brandt”, 1610) o Van Dyck (“Retrato del príncipe Charles Louis”, 1637) cayeran igualmente rendidos. Vincent Van Gogh fue quien más exploró sus propiedades en su análisis del color. En la expo se exhibe una de las tres pinturas conocidas como “La recámara de Van Gogh en Arlés”, que el artista pintó en esa ciudad casi al final de su vida. En puertas y ventanas en ese lienzo se aprecia cómo el tinte de cochinilla contrasta con el amarillo de los muebles. La recámara fue reproducida físicamente y los visitantes pueden retratarse en sus muebles.

En la muestra, que cerrará el 4 de febrero, se exhiben 70 obras pictóricas: 49 son parte de 16 colecciones nacionales, y 21 de 11 extranjeras. Su principal objetivo es resaltar la importancia de este insecto milenario que de México se esparció por el mundo.

Lo primero que observamos en la exposición fue el mapa de la Ciudad de México en 1737, en el que el centro de la urbe, exclusivamente, está pintado con dicho pigmento. Por cierto, para emplearlo en pinturas al óleo o acuarela el ácido carmínico tiene procesos específicos: para el primero se mezcla con aceite de linaza, y para acuarela con goma arábiga luego de quitarle la materia orgánica.

La muestra se divide en cuatro módulos: Textil y artes plásticas; La cochinilla, el color del poder; La cochinilla, color del poder civil, y La cochinilla en el siglo XIX.

El rojo fue el color más importante hasta la llegada del tinte de la cochinilla, comenta Paula, y precisa que entre los años 1848-50 se crea la anilina con la que se pintaban las telas, pero si llovía o se mojaba por alguna razón, era muy tóxica y aun provocaba la muerte. Por eso se la sustituyó con el ácido carmínico. Tiempo después la cochinilla fue enviada desde Acapulco hasta Filipinas, donde se compraba para usarla en Japón.

Como parte de las actividades paralelas a la exposición “Rojo mexicano. La cochinilla en el arte”, hay talleres infantiles para dar a conocer el proceso de extracción del color, actividades relacionadas a la pigmentación y los colores.

La exposición concluye con una serie de productos que actualmente utilizamos, comemos o bebemos en los que se utiliza la grana cochinilla y si buscamos entre los ingredientes, su clave es “Rojo natural 4”.

victoriagprado@gmail.com
Twitter: @victoriagprado

Deje un comentario

Máximo un link por comentario. No use BBCode.

Archivos

.:: Diario Imagen On Line ::.


@DiarioImagen Encuéntranos en Facebook

Queda expresamente prohibida la reproducción, parcial o total, de los contenidos de DIARIO IMAGEN QUINTANA ROO © 2011-2021


Acceder - Desarrollado por Atelier du Soleil