El regreso a los setenta

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

El proyecto de la 4T es el regreso al recalcitrante y nocivo populismo que vivimos durante “la docena trágica” (1970-1982), donde el estatismo hundió a la economía nacional, contrajo la participación de la iniciativa privada, provocó una devaluación e inflación galopante y demostró la inutilidad gubernamental como empresario.

Durante los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo se vivió una política económica basada en la confrontación con el sector patronal, la ilusoria defensa de los trabajadores bajo un excesivo proteccionismo sin planificación estructural, el erróneo planteamiento de que la inflación se combatía con constantes incrementos salariales que provocaban más alzas en los precios y el desequilibrio entre producción y demanda con una pérdida significativa del valor del dinero. La espiral inflacionaria también se pretendía controlar con la emisión de más papel moneda y el aparente control de precios, además de cerrarse la economía y dificultar las importaciones.

El auge petrolero parecía la panacea a las recurrentes crisis e incluso nos decían que nos preparáramos para administrar la abundancia. Sin embargo, el boom del oro negro fue un espejismo y nunca se corrigieron los problemas estructurales.

La confrontación de los factores de la producción se tensó a tal grado que se incentivó la fuga de capitales, el cierre de empresas, un gran desempleo y la devaluación del peso; el gobierno, con gran espíritu populista, decidió asumir el papel de empleador y estatizó todas las empresas cerradas o en quiebra a efecto de evitar el aumento de gente sin trabajo. Sin experiencia engrosó el sector paraestatal y de la noche a la mañana se convirtió en hotelero, banquero, empresario de la aviación o la telefonía, restaurantero, fabricante de bicicletas y de hilos, constructor de ferrocarriles y convoyes del Metro, asegurador, financiero más allá de la banca de desarrollo e incluso incursionó como propietario de equipos de futbol.

Al mismo tiempo, mantuvo subsidiados los productos de paraestatales como la CFE y Pemex, éste último, caja chica del gobierno, para sostener un ficticio crecimiento y palear la pobreza y la desigualdad. Sin visión de Estado, esos gobiernos no repararon en que el petróleo era un recurso no renovable y que las energías limpias sustituirían al carbón para generar electricidad. Hoy, ambas empresas están en quiebra y son un lastre presupuestal para el gobierno. Pemex dejó de contribuir al desarrollo nacional y ahora es subsidiado, mientras que la CFE está en quiebra.

Cuarenta años después, el gobierno comete los mismos errores de un populismo trasnochado. Se pelea con el empresariado, retrae la inversión privada y extranjera, no sabe manejar la peor crisis económica desde 1931, provoca el cierre de negocios con la pérdida de más de un millón de empleos, enfrenta una inflación superior a la prevista y se aferra a un excesivo intervencionismo estatal en el proceso productivo. Busca rescatar “elefantes blancos” desahuciados como Pemex y la CFE, barriles sin fondo que no son viables, pero se insiste en fortalecerlos como monopolios, a contracorriente de lo que sucede en el mundo, donde se olvidan del petróleo o el carbón y dan el salto a las energías limpias como las usadas para los automotores que ya no usan gasolina sino electricidad.

La actual administración se empecina en favorecer las prácticas monopólicas y no sólo rechaza la intervención privada en el campo de las energías, sino que los desplaza del comercio del gas y ahora crea su propia empresa. Nuevamente el gobierno asume un papel ventajoso como empresario, acción de la que nos arrepentiremos a la vuelta de la esquina. El populismo sólo confronta a las clases sociales y no resuelve la pobreza ni la miseria que se agrava en México.

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