Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Sin duda, la estrategia de comunicación política de la 4T es prodigiosa. Al estilo de “al ladrón, al ladrón”, el Presidente devolvió la papa caliente a la UNAM para exonerar a su ministra favorita. Un escándalo que debió extinguirse con la renuncia de la plagiaria señalada —lo que era un misil en la línea de flotación del gobierno—, se utilizó para atacar a la universidad y reintentar su sometimiento.
A finales del año pasado, Guillermo Sheridan develó el inaceptable episodio del plagio de tesis entre estudiantes de Derecho. Evento que puso al descubierto una trama de falta de ética y de corrupción de alumnos y maestros, donde aparecieron al menos cuatro ensayos “fusilados” y con la misma asesora en todos los casos. Ello no sólo habla de las ilícitas conductas de los involucrados, sino de una falla inaceptable de la propia casa de estudios por su falta de control y el vacío legislativo que no prevé el robo del trabajo intelectual entre alumnos auspiciado por los mismos profesores, tal vez porque quienes idearon la legislación universitaria dieron por sentada la integridad ética de los integrantes de la comunidad.
El hecho cobró relevancia, reprobable en cualquier caso, porque una de las supuestas plagiarias es hoy togada del máximo tribunal del país y que por más de tres décadas desempeñó la titularidad de diversos órganos impartidores de justicia. Partidaria del proyecto político de la 4T, era la candidata de Palacio Nacional para ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero el trabajo de investigación del colaborador de El Universal descarriló el tren cuatroteísta. Porque no sólo afectó el prestigio de la ministra cuestionada, sino que vulneró el apotegma presidencial de no mentir, no robar —el plagio es robo—, no traicionar; sobre todo desgarró la bandera presidencial de la honestidad.
En el control de daños, nunca se contempló la dimisión de la jurista—amachado el Presidente en no aceptar que se equivocó y que también hay corruptos en su círculo cercano—, por lo que rápidamente buscaron un chivo expiatorio, que era inicialmente el estudiante plagiado, pero como no surtió efecto el hacerse pasar por la víctima, urdieron un nuevo ataque a la conservadora, neoliberal y fabricante de “aspiracionistas” clasemedieros, la UNAM, a quien la 4T ha querido vulnerar su autonomía y convertirla en un centro de adoctrinamiento sin libertad ni pluralidad de pensamiento.
Ante la posibilidad de cancelar el título de abogado a la ministra, atacaron a la universidad al grito de “al ladrón, al ladrón” para responsabilizarla del retiro del dichoso título. El rector, consultadas las instancias correspondientes, osó declarar que la SEP es la dependencia obligada para hacer esa cancelación. Lo que despertó la ira del inquilino de Palacio Nacional y arremetió contra las autoridades universitarias, a quienes calificó de modernos Poncio Pilato, cuando en realidad quien se lavaba las manos era él y su anodina secretaria de Estado.
Pero el Ejecutivo salió triunfante y el rector anunció el inicio de un tortuoso y largo proceso de consulta para someter un dictamen a la máxima autoridad, el Consejo Universitario. Independientemente de la decisión que se tome, la alumna cuestionada gana tiempo, con la esperanza de que el tema pierda interés en la opinión pública y salga del ojo del huracán. Quien salió perdiendo fue la UNAM, en su prestigio y autoridad moral, así como el rector en su credibilidad y capacidad para dirigir los destinos de uno de los centros de estudios superiores más importantes del mundo.
Funcionó el asedio a la UNAM y la estrategia de “al ladrón, al ladrón”, pero cuál será el costo que pagará el Presidente por esa defensa a ultranza —que van más allá de su esfera de competencia—, que hace de sus peones en el ajedrez político, no sólo de la ministra, sino de su “corcholata” favorita.
