Jorge y el dragón

La Biblioteca de la Casa de la Cultura de Cancún pone a disposición del público como texto de consulta en la institución, el libro “Jorge y el dragón”, de Gabriela Rábago Palafox e ilustraciones de Araceli Suárez Gómez, dirigido a los niños.

Como es costumbre, las bibliotecarias, Isabel Flota Medrano y Gerónima López Gómez nos comentaron que: “Cuando lo encontró en aquella visita al campo, era un ser tan pequeño como un renacuajo”.

“Al principio, el niño pensó que eso era, y metió al dragón en el mismo frasco que sus larvas de rana”.

“Hasta que vació los animales en el lavabo del cuarto de baño, no se dio cuenta que el más oscuro era un dragón, en medio de los renacuajos que buscaban felices el borboteo del grifo”.

“El dragón desplegó sus minúsculas alas y haciendo grandes esfuerzos realizó un corto vuelo que terminó en la tapa de una botella de loción”.

“Con suavidad, Jorge lo tomó entre sus dedos y lo llevó a la cocina para que se calentara. Cuando estuvo seco, el dragón manifestó su alegría moviendo las alas, como si quisiera aplaudir. Abrió el hocico y arrojó al aire una chispa”. “Que con el tiempo sería una llamarada”.

“Desde entonces, el dragón hizo las veces de mascota de Jorge”.

“Le gustaba que el niño abrillantara su cuerpo con aceite; que lo sacara a pasear prendido de su camisa como si fuera un distintivo: que jugara con él mojándole las patas en tinta, para que luego el dragón dejara sus huellas en la libreta del niño”.

“El dragón crecía aproximadamente al mismo ritmo que Jorge. Si a Jorge se le oscureció el cabello, al dragón se le puso la piel de una hoja de naranjo. Y cuando la voz de Jorge se hizo grave, el dragón podía cortar el aire con una llamarada roja y verde y azul, fina como una espada”.

“El dragón deambulaba por las habitaciones de la casa golpeando sin brusquedad los muebles con su enorme cola, pero el jardín era el sitio que más le gustaba. A las doce del día, bajo el sol alto y brillante, se echaba a dormir, y soñaba con esas bolas de fuego que los hombres llaman estrellas. O soñaba en la antigua China, y se veía a sí mismo desfilar entre música y bailes y faroles de papel, algún día de fiesta popular”.

“El dragón era como una montaña palpitante en medio del jardín”.

“Cuando Jorge creció y se casó con la mujer que de niña había sido su vecina en la colonia Del Valle, se llevó al dragón a vivir con ellos. En la nueva casa todos respetaron las caminatas del dragón por las habitaciones. De noche, se iba volando por las azoteas, los anuncios iluminados de la vía pública, los aviones”.

“Las nubes se lo tragaban de repente…”.

¿Cómo crees que regresaba a casa? ¿Te gustaría tener un dragón?

Lee este cuento y verás cómo se aprende mientras te diviertes. La Casa de la Cultura de Cancún te lo facilita… y recuerda: la entrada es libre.

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