Aprendamos de la lección de los gringos

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

El asalto al Congreso de los Estados Unidos es prueba de que por más poderoso que sea un sistema, cuna de libertades ciudadanas y de instituciones políticas fuertes, la democracia es un régimen tan frágil como hace más de doscientos años.

El origen de la democracia en América fue precisamente la Unión Americana, declarada primera nación libre e independiente con gobierno soberano, reivindicadora de las garantías individuales y con una Constitución que ponía freno a los abusos del poder. El camino no fue fácil y tuvo que protagonizar una cruenta y fratricida guerra civil para lograr la unidad nacional. No menos difícil fue la conquista de los derechos civiles y la lucha contra el racismo. Triunfo que permitió el arribo a La Casa Blanca de un presidente negro.

Las libertades e instituciones norteamericanas han sido ejemplo para el mundo, pero la soberbia de sus gobiernos la ha convertido -sin que nadie se los pida- en una policía del mundo que vigila, sanciona o invade a los regímenes donde ellos creen se violan las garantías democráticas.

Ese contemporáneo Big Brother tiene que ver ahora hacia sus entrañas. El sufragio, a pesar del complicado sistema electoral gringo, es el mayor parámetro de la representatividad democrática, salvo cuando George Bush jr. tuvo que recurrir a la Suprema Corte para asumir la presidencia.

Fue aterciopelada la sucesión de Obama con Trump, a pesar de que todos esperaban la victoria de Hilary Clinton.

Vendría uno de los episodios más grises en la historia de la Unión Americana. Gran empresario, pero sin experiencia en la administración pública, el hotelero -que vendió el sueño de hacer otra vez grande a los Estados Unidos- hundió al mundo en una guerra comercial sin precedente y regresó a los norteamericanos a una economía cerrada, lejos de los beneficios de la globalización, Fue furibundo persecutor de los migrantes y rechazó a los dreamers latinos.

¿Arde París?

A pesar de lo desastrosa de su administración, pretendió reelegirse e inició una campaña de odio, polarización y divisionismo en el territorio nacional. Abrió demasiados frentes y operó con desatino e ineficiencia la peor crisis sanitaria mundial de los últimos cien años. Los norteamericanos se acercan rápidamente al medio millón de muertos y son el país con más contagios. Trump arenga a no usar el cubrebocas y descalifica a su propio secretario de Salud. Con todo y pandemia, los gringos salieron a votar y optaron por el cambio.

Entonces montó en cólera el presidente y como cualquier mandatario bananero, denunció un supuesto fraude orquestado por el Partido Demócrata y las autoridades electorales. Lejos de aceptar su derrota fue escalando la protesta y repartió culpas a diestra y siniestra, incluso responsabilizó a su gabinete y a la estructura de justicia de propiciar el fraude. Las instancias legales dieron la razón al nuevo presidente, Joe Biden, y entonces surgió un contemporáneo Nerón.

Incrementó su discurso de odio, polarización y divisionismo y fustigó a sus partidarios a manifestarse violentamente y hacer un último esfuerzo por frenar la calificación electoral.

Como no sucedía en la historia americana, vándalos propio de políticos de las democracias imperfectas del continente, asaltaron el Capitolio -máxima casa de la democracia y freno a los excesos del poder-, para destruir, cual viles anarquistas, puertas y ventanas, agredir y matar, ofensa para legisladores y el propio vicepresidente Mike Pence. Mientras tanto, como nuevo Nerón, Trump tocaba la lira, sin querer contener a sus seguidores. Tal vez como Hitler del siglo XXI, preguntaba si ya ardía París, si ya ardía el Capitolio.

Pero la virtud de la democracia es la lección de madurez cívica y política que dieron los legisladores y funcionarios americanos. Rápidamente condenaron la violencia y restañaron la unidad nacional. Más allá de partidos o posiciones ideológicas, todos rechazaron la inusitada violencia y llamaron a la unidad, a seguir trabajando. El mismo vicepresidente Pence -quien desechó la tentación de cometer la última intentona por descalificar la elección- dio un mensaje enérgico para dignificar la democracia y reinstalar el orden. Gran lección de madurez política y demostración de fortaleza institucional a pesar del tropiezo de la democracia.

De ello debemos aprender. Dejemos de actuar como políticos bananeros, no dejemos que nuestros líderes impongan discursos de odio, rencor o divisionismo. Ya vimos que la democracia es frágil, pero con altura de miras podemos evitar el incendio de nuestras instituciones políticas. La democracia es un sistema de vida que debemos preservar, sin hacer caso a los mensajes de polarización y encono, México es mucho más que personajes megalómanos o políticos de cuarta; no a los llamados que buscan acabar con las instituciones autónomas, busquemos la unidad y el perfeccionamiento de la democracia.

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