Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Durante el priato, el gobierno utilizó las elecciones en el Estado de México y los comicios intermedios para pulsar la percepción ciudadana, medir el descontento social, el apoyo al Presidente y su programa de gobierno o conocer la fuerza de la oposición.
Ese termómetro le permitió al mandatario en turno tomar decisiones respecto de los candidatos a gobernadores y sobre todo, quién sería su sucesor. El ungido se conocía luego de consultar, entre otras variables, el sentir popular. El dedazo no era sólo por simpatía o para cuidar la espalda del que se va -en los últimos sexenios y hasta la fecha, la venganza política y la legitimación del gobierno se da con cárcel a los hombres del ex presidente; signo distintivo de los últimos tiempos-, sino imponer con el menor rechazo.
Por eso las votaciones en el Edomex, que ocurrían dos años antes de las presidenciales, eran llamadas el “laboratorio electoral rumbo a…”. Desde Palacio Nacional se aprobaba al candidato estatal y el sentimiento popular calificaba no sólo al gobernador que se iba, sino la repercusión de los programas del gobierno federal en el ciudadano. Además de poner en práctica la alquimia electoral. Eran importantes los sufragios mexiquenses, determinaban el rumbo de las decisiones presidenciales.
Hoy, la preocupación está en la CDMX. A pesar de que las intermedias no despiertan mucho interés, los gobernantes se juegan el todo por el todo. No sólo es la renovación de Congresos y alcaldías, sino conservar la mayoría legislativa, retener las demarcaciones de la Ciudad de México y pulsar el sentimiento popular rumbo a 2024.
Audacia es el juego, debe ser la estrategia de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, si quiere mantener sus aspiraciones -ungida por el tlatoani-, de ser la abanderada de su partido en las presidenciales.
Para ello tendrá que imponer su proyecto político en las candidaturas al Congreso de la CDMX, a las diputaciones federales y escoger buenos candidatos a las alcaldías. No será fácil enfrentar a rivales ambiciosos como el canciller Marcelo Ebrard o el senador Ricardo Monreal.
A pesar de los sondeos que todavía mantienen la popularidad presidencial, el efecto AMLO no tendrá el mismo peso que hace dos años.
Álvaro Obregón deberá ser el laboratorio electoral para medir el descontento social o la aceptación a la administración capitalina. Trapecista profesional de la política y heredera de las peores prácticas corruptas y fraudulentas, Layda Sansores, más preocupada por “gobernar” Campeche, deja una deplorable administración en la alcaldía, atributo que distingue a las tres gestiones de mujeres de los últimos nueve años. La jefa de Gobierno debe pensar muy bien si propone a otra candidata o respeta la equidad de género a que está obligada políticamente.
La doctora Sheinbaum necesita erradicar el coto de poder en que se convirtió Álvaro Obregón para los ex delegados Leonel Luna (PRD) y Eduardo Santillán (Morena) que pretenden volver o imponer a uno de sus testaferros. Estos politiquillos no van a dejar la plaza fácilmente, sobre todo por sus negocios, respaldados por un ejército de voluntades compradas con programas delegacionales o la gestión legislativa.
Hacia el interior de Morena, además de Santillán, la científica tendrá que evitar a dos impresentables: Jorge Emilio Sánchez Cordero, bisoño abogado -sobrino de la secretaria de Gobernación- desconocido en la alcaldía y la polémica Valentina Batres, eterna suspirante, sin pena ni gloria como legisladora local. Que no los engañen con encuestas patito que financiaron estos personajes.
La tercera vía puede ser un candidato ciudadano, con militancia y proyecto joven, Leonardo Ortiz Heras, quien por cierto propone la construcción de la Central de Abasto poniente y un cablebús que abata el tiempo de traslado de estudiantes y trabajadores. La jefa de Gobierno debe apostar por un proyecto para la gente. Audacia es el juego.