Vocación de nuevo Herodes

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

La actitud soberbia del gobierno frente al manejo de la pandemia y su torpe e ineficaz estrategia para combatirla ha costado la vida de casi 400 mil mexicanos que en su mayoría no debieron morir. Su mal manejo epidemiológico y la falta de una política pública de salud estuvo encubierta por un marketing informativo que siempre disfrazó la realidad del coronavirus y sus letales efectos, pero con el paso del tiempo se exhibió cada vez más con más frecuencia la ignorancia y prepotencia de las autoridades sanitarias que ven con desdén la tragedia nacional.

Los yerros en la comunicación fueron desde “esa enfermedad sólo le da a los ricos, los pobres somos inmunes” hasta la protección de las estampitas, sin dejar pasar que “en el escenario más catastrófico sólo habrá 60 mil muertos” y hoy multiplicamos esa cifra por seis. También fue genial la frase “ya domamos la curva” en abril del año pasado, cuando en realidad estábamos en el pico de la gráfica o la necedad de no reconocer que era urgente la conversión de los hospitales para atender a los enfermos, lo que retrasó la atención de miles de pacientes que tuvieron que regresar a sus hogares a bien morir, lo que obligó al apoyo solidario de la iniciativa privada para adaptar el Centro Banamex como instalación sanitaria exclusivamente Covid. Los oídos sordos del gobierno a la experiencia mundial provocaron la escasez de medicamentos -además de los oncológicos-, y sobre todo del oxígeno, lo que provocó un “mercado negro” del vital elemento y la especulación con los precios de los tanques.

No quisieron aprender de las estrategias de otros países que instrumentaron a tiempo el confinamiento obligatorio, el cierre de negocios con apoyos fiscales, el subsidio al empleo y, sobre todo, alentaron desde el gobierno una cultura de la prevención que consistía en la sana distancia, el uso del cubrebocas y las medidas de higiene personal como el lavado constante de manos y la desinfección de objetos de uso continuo. Por el contrario, aquí las autoridades pusieron el mal ejemplo de no usar cubrebocas, privilegiaron la apertura de actividades de manera anticipada a pesar de los rebrotes e impusieron el semáforo “verde sandía” (verde por fuera, rojo por dentro) con fines políticos y para no agravar la colapsada economía.

Es tan absurda la estrategia de comunicación que no tienen empacho en pelearse públicamente por definir el color epidemiológico entre autoridades locales y federales, lo que provocó que desde Palacio Nacional intervinieran para acabar con la disputa y definir, casi por decreto, qué color prevalecía, el más conveniente para el gobierno.

Ahora se pretende regresar a las clases presenciales cuando se experimenta un nuevo rebrote con récord de contagios y acercándonos a los 4000 mil muertos. Parece que los niños no preocupan al régimen. Primero les quitaron las guarderías, después los medicamentos oncológicos en medio de una guerra absurda contra las farmacéuticas, donde los infantes eran rehenes de esa pírrica confrontación. Se pretende regresar a los escolapios en condiciones que no garantizan su salud, con el peregrino argumento de que es un segmento de bajo riesgo. Que vuelvan al salón, aunque no esté sanitizado, sin electricidad, sin internet ni pupitres decentes o trabajen en talleres y laboratorios vandalizados. El chiste es aparentar un regreso a la nueva normalidad, los infantes muertos serán solo daños colaterales, al fin serán pocos. No cabe duda que este gobierno tiene vocación de nuevo Herodes.

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