Por la Derecha..!
Luis Ángel García
El próximo 15 de septiembre conmemoraremos el 212 aniversario de la Independencia de México. Los mexicanos celebraremos la noche en que el padre Hidalgo llamó a la insurrección del pueblo contra los “gachupines”, los criollos se sacudirían el yugo de la obediencia a la Corona Española -con único respeto al Rey-, y de paso abolirían la esclavitud de los indígenas. Se inició el derramamiento de sangre de muchos mestizos, criollos y españoles en una lucha que duró once años. Desde entonces, los mexicanos -luego de la adopción de la nominación de México como el territorio que ocupó la Nueva España-, sufrimos más de dos siglos de guerras civiles, asesinatos políticos, golpes militares y civiles, imperios, cacicazgos, dictaduras perfectas, maximatos, populismos y otras desgracias nacionales sin poder consolidar nuestra vida institucional en una verdadera democracia.
Si bien es cierto que nos independizamos de España, poco hemos avanzado en la concreción de un país soberano, con identidad propia, con plenas libertades. En mucho, nuestra idiosincrasia ha convalidado una eterna dependencia del extranjero y de gobiernos autoritarios o paternalistas, lo que nos impide ser una verdadera potencia, dados nuestros recursos naturales y el potencial creativo y productivo de los mexicanos. Pero también somos nuestros peores enemigos.
Quienes nos dieron libertad fueron los propios españoles como el criollo Agustín de Iturbide o el ibérico Francisco Xavier Mina. Al triunfo de la Independencia, Iturbide no resistió la tentación de convertir a México en un imperio y se proclamó emperador al más puro estilo europeo. Nuestra legislación también fue copia de los gobiernos del viejo continente, como la Constitución de Cádiz, primera Carta Magna de España. Nunca tuvimos una vocación democrática. Los pleitos internos por la ambición de poder de los incipientes políticos autóctonos posibilitaron una nueva monarquía con Maximiliano de Habsburgo. La guerra de Reforma no fue otra cosa que una guerra civil que posibilitó a Juárez perpetuarse en el poder hasta que la muerte lo sorprendió. Porfirio Diaz, anatemizado por un inexistente espíritu libertario de gobiernos y mexicanos, fue quien dio sentido de identidad al país, afrancesado y todo, pero alentó la industria y el positivismo, además de reconocer en los norteamericanos un potencial peligro para México.
El siglo XX sorprendió al mundo con la primera revolución social de la centuria, que sólo sirvió para sacar al general Díaz de la silla presidencial y entrar en la vorágine de magnicidios y sucesivos golpes militares. Nada de democracia, a pesar de la muy avanzada Constitución Política que nos heredaron los diputados constituyentes de 1917. Fue Plutarco Elías Calles quien institucionalizó la vida política del país y le dio paz social a la República. Pero durante más de 90 años y a pesar de las acciones del general Lázaro Cárdenas, del desarrollo estabilizador logrado por los Adolfos Ruiz Cortines y López Mateos, los mexicanos no vivimos una democracia plena, donde hubo represión de trabajadores, maestros y médicos. El populismo de Luis Echeverría, disfrazado de apertura democrática hundió al país, junto con José López Portillo, en la peor crisis que se ha vivido, endeudándonos de por vida, dependiendo de las circunstancias internacionales y demostraron que el Estado es el peor patrón posible.
El mal llamado neoliberalismo que se vivió de Miguel de la Madrid Hurtado hasta Enrique Peña Nieto tampoco pudo consolidar un modelo pleno de democracia y libertades. La 4T y el neopopulismo autoritario y dictatorial que quiere imponer es el que más atenta contra el Estado de Derecho y el régimen democrático. Así que este 15 de septiembre, con las nuevas arengas que se saque de la manga el Presidente, su discurso patriotero del 16 frente a los militares y los impresentables invitados a una fiesta nacional, nada tenemos que festejar. De todos modos ¡Viva México!, que es más que sus desgracias.
