Temor al cierre de fronteras acelera salida de rusos

 

Familias enteras abandonan Rusia hacia Georgia, el país vecino, para evitar que los hombres sean enviados a la guerra en Ucrania.

 

El discurso del presidente Vladimir Putin del pasado miércoles, en el que anunciaba una “movilización parcial” de la población civil para combatir en Ucrania, ha provocado una desbandada hacia Georgia de gente que no quiere formar parte de lo que el líder ruso se niega a llamar guerra.

Tras el anuncio han llegado a Georgia cientos de hombres, muchos de ellos amigos que viajaban en grupo. El lunes, según confirmaban todos los vecinos consultados en Stepantsminda, el pueblo georgiano más cercano a la frontera rusa, han llegado más rusos que ningún día. Y decenas de ellos, con la pareja y los hijos.

Anastasia, de 36 años, lleva en brazos un bebé de 11 meses. Ha cruzado la frontera este lunes junto a su esposo, Alexánder, de 38, y con otro hijo, de cinco años. “De momento, la escolarización no es un problema”, cuenta. “Porque en nuestro país es obligatoria a partir de los seis años”.

Otra mujer, con hijos de cinco y dos años, no ha querido decir abiertamente que venían tanto ella como su esposo huyendo de la movilización forzosa, que Moscú prevé que alcance a 300.000 personas. Y otra madre con una niña en un carro de bebé tampoco quiere hablar ―los entrevistados, además, prefirieron no dar su nombre real por miedo a represalias―. Su marido se afana en encontrar un taxi. Pero habla la amiga que la acompañaba: “Venimos todos desde San Petersburgo y nuestro objetivo es llegar a Turquía”.

Temor al cierre de fronteras

El músico Rasti, de 31 años, ha viajado a la frontera de Georgia junto a su esposa, Alisa, de 29, arrastrando dos maletas medianas durante los últimos 30 kilómetros, que han recorrido a pie. “Es muy probable que Putin cierre las fronteras uno de estos días. Por eso la gente, entre 18 y 55 años ( edad de servir en el ejército), tiene prisa en venir a Georgia”.

Varios periodistas de Georgia han informado de que las autoridades rusas han enviado tropas a los montes fronterizos con Georgia para evitar que los rusos crucen. Un periodista georgiano asegura: “Atravesar por los montes les sale gratis a los rusos, no tienen que pagar ningún soborno en la frontera. Y el gobierno georgiano no quiere enviar a sus soldados a los montes”.

Rasti cree que el cierre de fronteras es inminente y asegura que los rusos que tienen entre 18 y 55 años solo tienen dos opciones: Ir a la guerra o a la cárcel. “Y como las cárceles rusas son terribles, en realidad sólo nos dan a elegir entre morir en el frente o en una celda”. El músico cree que la iniciativa de países como Alemania, de ofrecer visados a los rusos que quieran evitar la guerra, “está muy bien”. “Cuantos menos soldados tenga el ejército ruso, más debilitado estará”.

Mientras tanto, en el pueblo de Stepantsminda, algunos georgianos hacen su agosto. Salomé, al frente de una tienda, cuenta que nunca había visto llegar a tantos rusos. “Me he quedado sin pan, sin leche y sin huevos. También suelen comprar vodka, cerveza y tabaco”. En el restaurante Kazbegya no dan abasto para atender las mesas. Nika, un camarero de 19 años, afirma: “El 99,9% de los que están aquí son rusos. Muchos son simpáticos, aunque algunos te tratan con aire de superioridad”. Nina, propietaria de un hotel, explica: “Aquí en este pueblo nunca hubo problemas con los rusos. Pero, eso sí: Ellos tienen que tener presente que en este país son huéspedes”.

Lali, una vendedora de 70 años, apostada en una tienda de productos típicos de Georgia, recuerda que muchos de los rusos que vienen son pobres: “Para mí una cosa es la política y otra es la gente. Y esta gente necesita que los acojamos bien. Mi hermana tiene un hotel en el pueblo. Algunos de los rusos de 20 años que llegan se sorprenden de que ella los acoja tan bien. Pero es así como tenemos que tratarlos”.

No se sabe cuánto tiempo podrá mantener Georgia, un país de 3.7 millones de habitantes, la llegada diaria de centenares y hasta miles de rusos. De momento, los que llegan vienen con dinero suficiente para ser estafados por la mafia de los taxis desde que pisan la frontera. La mayoría de los taxistas georgianos consultados no quisieron hablar sobre los rusos.

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