La sumisión hacia los gringos

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

El gobierno de la 4T siempre ha mostrado una actitud patriotera en la tensa relación con los Estados Unidos, en más de una ocasión se ha envuelto en el lábaro patrio para exaltar el nacionalismo de los mexicanos e incluso llamar a la defensa de la soberanía y la integridad del territorio nacionales. Muchas veces ha dicho que nuestro país ya no es colonia y que no acepta tutelaje ni invasiones, injerencias o explotación de los recursos naturales. Frente a posturas intervencionistas de funcionarios extranjeros también ha exaltado su chauvinismo y rechazado que se vea a la nación como piñata que puede ser golpeada impunemente.

Nada más falso y populista. Por una parte, tensa las relaciones con los norteamericanos mediante violaciones sistemáticas al T-MEC, las trabas a la inversión privada extranjera en temas como las energías limpias y los obstáculos a la cooperación con las agencias gringas que combaten los crímenes. Pero siempre ha existido la sospecha de que el gobierno pactó con alguno de los cárteles de la droga y por eso su política de no agresión a los narcotraficantes, sustento de su visión de abrazos y no balazos; hay una ausente estrategia de enfrentamiento contra la delincuencia. Pero los americanos no perdonan esos pactos secretos que garantizan impunidad a los barones de la droga y actúan en consecuencia.

A la liberación legal de Rafael Caro Quintero —afrenta que nunca ha perdonado la DEA por la muerte del agente encubierto Kiki Camarena—, la agencia gringa no descansó hasta que lo ubicó en la sierra y orquestó su recaptura con la Marina; aunque el gobierno mexicano negó la intervención de los agentes antidrogas, la propia autoridad de aquel país festinó la detención. Lo mismo parece que ocurrió con Ovidio Guzmán, hijo del “Chapo” Guzmán Loera. Primero fue el “culiacanazo” y la orden presidencial de liberar al junior. Desde ese momento la DEA cuestionó la acción de las autoridades mexicanas y exigió su recaptura. Lo que finalmente sucedió y el líder de los “chapitos” fue recluido para ser juzgado aquí y atender una orden de extradición. Pero en lo oscurito y sin atender el proceso legal de la petición de la DEA, Ovidio Guzmán fue sustraído del penal, subido a una aeronave, retratado por un agente antidrogas y llevado a la Unión Americana, donde seguramente se atendrá al programa de testigo protegido y aminorará su pena, si no es que saldrá libre. Lo vaticinó el propio agente que lo trasladara: No regresará a México.

En los casos de Rafael Caro Quintero y de Guzmán Loera estuvo ausente el discurso patriotero de la 4T. Nada dijo de la intromisión de los gringos para hacer justicia en su país, ni de la necesidad de primero procurar justicia aquí por las actividades delictivas de ambos personajes. Tan criminal es el comercio de estupefacientes en Estados Unidos como aquí y tan dolorosas las muertes de miles de seres humanos por las adicciones al fentanilo, tanto allá como acá.

La misma vehemencia que pone el inquilino de Palacio Nacional cuando los políticos americanos hablan de incursionar punitivamente en nuestro territorio para castigar a los barones de la droga, debiera aplicarla para procesar aquí a los mismos personajes por el daño que hacen a los jóvenes mexicanos.

La política internacional con Estados Unidos tiene dos raseros: De bravuconería con los inversionistas americanos y de sumisión con las autoridades de justicia, donde se acatan las órdenes para imputar a los narcotraficantes, muy a pesar del propio gobierno, que sólo utiliza el falso nacionalismo para impresionar a los chairos.

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