- Trabas le impidieron a Rafael Chan poner un negocio formal de comida
Cancún.- Con la piel bronceada, la nariz pelada y los hombros cansados por cargar su cajita donde coloca sus kibis, pescadillas y polcanes, Rafael Chan, de 40 años, lejos de preocuparse de protegerse del sol, prefiere cuidarse, pero de los inspectores, que en cada turno piden su “mochada”.
El vendedor ambulante, en ocasiones se protege el rostro con gorra y lentes, aunque dice le estorban a la hora de avanzar sobre la blanca arena, ya que el viento se los arrebata o simplemente no le permiten ganar la confianza de los bañistas para que consuman su producto.
Preocupado y desconfiado coloca una base de madera sobre la arena para colocar su caja-mostrador del producto para después “juegar” con las mangas de su desgastada playera, que de vez en vez deja ver la tez natural de su piel no tan oscura, que se torna canela al rojo vivo cuando permanece todo el día en la playa para ofrecer su producto a 12 pesos cada uno.
Sonriente, platicó de su hogar en la Ruta 4, donde tiene a su mujer Rosa y su hija Luisa de 12 años, por eso no se queja, ya que para él todas las temporadas son buenas al vender fritangas como kibis, pescadillas y polcanes que casi siempre acaba, generando un ingreso diario entre 500 a mil pesos, si regresa por la tarde.
De lo único que se queja es de los responsables de los operativos de “vigilancia”, ya que a diferencia de los marinos que los invitan a retirarse, éstos corruptos elementos si piden de 100 a 200 pesos por turno para que sean “invisibles” a su vista, además de consumir lo que vendan.
Como ex pescador, desde hace cinco años sólo pudo salir adelante con la venta de comida en las playas y en la calle, ya que fracasó en su intentó poner un negocio formal, con la ayuda de su mujer y su hermano, pero la burocracia los venció y los inspectores los hundieron, por eso, prefieren poner buena actitud con el turismo y bañistas para tener mejores ventas.