Doña Rocío sale a pepenar para poder pagar el predial

  • A sus 53 años no le teme al trabajo para sobrevivir

 

Un día como cualquier otro Rocío Ramírez camina a paso lento con su carrito del súper por las calles de Cancún, sonriendo, mostrando su perfecta y cuidada dentadura, resignada a ser pepenadora y diciendo “Al mal tiempo, buena cara.

Un día como cualquier otro Rocío Ramírez camina a paso lento con su carrito del súper por las calles de Cancún, sonriendo, mostrando su perfecta y cuidada dentadura, resignada a ser pepenadora y diciendo “Al mal tiempo, buena cara.

 

Cancún.- Doña Rocío Ramírez camina a paso lento con su carrito del súper por las calles de Cancún, sonriendo, mostrando su perfecta y cuidada dentadura, resignada a ser pepenadora y diciendo “!Al mal tiempo, buena cara, aunque el ayuntamiento nos fastidie!”

De 53 años , con vestimenta sencilla pero limpia, avanzaba con dificultad con sus desgastadas chanclas, mientras platicaba que tenía que salir a recoger botellas de plástico, cartón y todo lo que se pudiera vender para pagar el predial.

A la mujer el otoño le llegó sin nada en las manos, ya que dijo que como a todos los que cumplen 40 años la despidieron de su trabajo, vive de lo que le regalan y puede vender, dinero con lo que paga sus gastos mínimos, ya que es divorciada y no tiene familia en Cancún.

Nací en el ´62 en Oaxaca, llegué a Cancún muy joven a buscar un patrimonio, al igual que quien fuera mi marido, nos dedicamos a trabajar pero nuestros caminos se dividieron y yo me quedé con la humilde casita que teníamos en la supermanzana 64, evocó emocionada por las metas que en aquel entonces tenía.

Confiada en que ya tenía una vida hecha, no vislumbró que la juventud le daría la espalda, al igual que su jefe que la despidió cinco años después de divorciarse, una vez que cumplió los 40, por lo que hoy tiene que recorrer las calles para buscar el sustento ya que con 53 años todavía no puede aspirar al bono mensual que se otorga a las personas de la tercera edad.

Muy sonriente continuó su relato: considera que a pesar de la pobreza es una mujer limpia y vanidosa, ya conocida por su rumbo, en donde si hay oportunidad le reglan comida o le dan una “chambita” en un salón de belleza, donde la procuran y consienten porque no le tiene miedo al trabajo.

A doña Rocío nada le asusta, a excepción que la amenacen con sacarla de su casa, tal y como dicen los documentos que le llegaron los últimos tres años, luego que por enfermedad acabó con sus ahorros y no pudo pagar su predial, ni trabajar, ya no le quedó más que vivir al día, con lo que encuentra en las calles ¡y de la bendición de Dios!

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