El huachicol, la otra batalla

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

Difícilmente podrán sacar el pañuelo blanco para anunciar que se ha erradicado el huachicoleo, a pesar de la narrativa oficial y los informes periódicos que hablan de los millones de litros asegurados, de los miles de tomas clandestinas clausuras, de los chivos expiatorios detenidos, la realidad es que el crimen organizado, como en el narcotráfico, le gana la batalla a las autoridades. Las tragedias de Hidalgo y Puebla dan testimonio de ello.

Al inicio de este sexenio, la clandestinidad en el robo de combustible se hizo presente en enero del 2019, a dos meses de iniciado el sexenio, con la explosión de una toma ilegal en los ductos de Pemex, tragedia que dejó un centenar de muertos y cincuenta quemados graves. La reacción torpe e improvisada fue, según ellos, declararle la guerra a los huachicoleros y decidieron cerrar las válvulas de todo el sistema de distribución de gasolina del país para dejarlos sin producto, con el consabido desabasto del hidrocarburo, lo cual afectó el traslado de personas y mercancías, colas interminables para conseguir unos litros de combustible en las gasolinerías y proliferó el mercado negro, además de afectar una de por sí maltrecha economía nacional.

El gobierno se comprometió a garantizar la distribución y abasto, para lo que improvisó la misteriosa compra de pipas en Estados Unidos, camiones que hasta la fecha nadie sabe dónde están. Así declararon la guerra a los ladrones de gasolina. Mes con mes informan de operativos, clausuras de tomas clandestinas, de detenciones y de miles de millones de pesos recuperados con las incautaciones hechas de millones y millones de litros extraídos por huachicoleros. En la propia CDMX se detectaron predios con tomas clandestinas, a metros de los depósitos de la paraestatal.

Con bombo y platillo se festinaba el fin del huachicoleo, se anunciaba el triunfo sobre el crimen organizado y la extinción de las tomas clandestinas; ya sacaban el pañuelo blanco, cuando -como el cuento del dinosaurio-, otra tragedia les recordaba que el crimen organizado todavía estaba ahí. El domingo pasado, la ordeña clandestina de un ducto de Pemex provocó una explosión en San Pablo Xochimehuacan, Puebla, que dejó al menos una persona muerta, veinte lesionados, el desalojo de dos mil personas y la destrucción total o parcial de doscientas viviendas.

Este nuevo episodio evidencia también la falta de una política de protección civil que prevenga estas tragedias, la insensibilidad de las autoridades para auxiliar a la población que ha perdido su patrimonio y la irresponsabilidad gubernamental que decidió desaparecer el fondo para casos de desastre.

Al igual que con el narcotráfico, la batalla contra los huachicoleros se ha perdido. Inundados en un mundo de cifras de difícil comprobación, la 4T pregona que casi ha acabado con las tomas clandestinas, con la ordeña ilegal de los ductos de hidrocarburos, que se han recuperado miles de millones de pesos, pero eso es falso. El pingüe negocio del huachicoleo está más floreciente que nunca. Sobre todo, por el aumento de las gasolinas, aunque las autoridades nieguen esa alza y se hayan visto obligados a disminuir el subsidio al combustible para evitar una disminución mayor de los ingresos fiscales. Hay que recordar que la crisis financiera del otrora “orgullo y fortaleza de México” ha dejado de ser la caja chica del gobierno.

Como sucede con las drogas, este fenómeno delictivo no podrá acabar mientras mantengan a una base social importante que vive de esa actividad. Cientos de pobres, sin oportunidades de empleo, trabajan en la extracción del combustible sin medidas de protección civil y ahí están las consecuencias. También en esa batalla están derrotados.

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