Migrantes, una vergüenza nacional

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

Efecto de esos acuerdos firmados en los oscurito es la aceptación, de nueva cuenta, del programa “Quédate en México” para los migrantes centroamericanos y caribeños. Con ello, nos convertimos en tercer país seguro, es decir permitiremos que los trashumantes, mientras consiguen asilo en Estados Unidos, vivan en las ciudades fronterizas con dinero público para solventar los gastos de techo, alimentación y servicios de salud mientras permanezcan los miles y miles de refugiados de este lado de la frontera.

Si bien es cierto que la administración del demócrata Biden se opuso al programa creado por Donald Trump, un juez ordenó su continuidad y en tanto se resuelve el asunto en los tribunales americanos, México tendrá que retener las caravanas de migrantes durante meses. La Casa Blanca y la cancillería mexicana anunciaron que los gringos transferirán recursos para que aquí se pueda desarrollar el programa “Quédate en México”, pero como lo reconoció el propio secretario de Seguridad Interior norteamericano, Alejandro Mayorkas, ninguna cantidad de recursos puede solucionar lo suficiente el programa migratorio.

Actualmente, los campamentos destinados a estas personas en todo el país están saturados, no solo las estaciones migratorias, las casas asistenciales de la Iglesia católica o los refugios atendidos por organizaciones de la sociedad civil no se dan abasto para atender las demandas mínimas de esa población flotante. Viven en condiciones infrahumanas, sin alimentos suficientes, en la insalubridad, sin atención médica y dejados a la buena de Dios.

Hasta antes de que se pusiera en marcha de nueva cuente el programa, las autoridades migratorias habían hecho el mayor número de detenciones y deportaciones, sobre todo de haitianos, con casos incluso de violación flagrante de sus derechos humanos. A pesar de las deportaciones, Migración y la Guardia Nacional se han visto rebasadas e incluso han transgredido la ley, ante la falta de capacitación para enfrentar esta crisis migratoria.

Por lo pronto, habrá que dar de comer a todos los solicitantes de visa humanitaria, garantizar un techo y alojamiento para todos, brindar atención médica y vacunas para esa gente, verdaderamente darles asesoría legal y agilizar sus trámites ante las autoridades norteamericanas.

Pero la realidad es otra. Los agentes migratorios dejan a los trashumantes al abandono y a su suerte; en cuanto los trasladan en autobuses o les dan la visa humanitaria se desentienden del problema. Así, tanto en Tapachula como en Tijuana los migrantes están hacinados, con pocos alimentos, sin médicos y mucho menos vacunas contra la Covid-19. No reciben orientación ni se les canaliza a trabajos temporales que permitan su autosuficiencia. Los testimonios sobran, historias de vida que narran el viacrucis que pasan centroamericanos y caribeños en la búsqueda del sueño americano.

Más allá de la “reunión de amigos” que nos vendieron durante la Cumbre de los Líderes de América del Norte, está la firma de acuerdos con letras chiquitas, como el tema migratorio, donde nos comprometemos a ser, una vez más, el traspatio de la Unión Americana. Nos tendremos que acostumbrar a convivir con los migrantes, a distraer recursos públicos indispensables para satisfacer necesidades nacionales que se irán a la atención de la crisis migratoria.

No hay suficiente empleo para los mexicanos y habrá que hacer un huequito para los haitianos que decidan quedarse o sean rechazados por los americanos. Pediremos limosna para dar caridad.

En la dichosa cumbre, salimos como las gallinas, poniendo. La cancillería dice que acordó renovar el programa por un sentido humanitario, cuando sabe que no tenemos la infraestructura ni los recursos para atender esa demanda extraordinaria. Más allá de lo que ha hecho el gobierno y la población civil, los migrantes, sobre todo los haitianos, no reconocen ese esfuerzo y exigen, la mayor de las veces, con agresividad esa ayuda humanitaria. Cierto, no están en las mejores condiciones posibles y ello es una vergüenza nacional.

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