Adiós

Filosofía Millennial

H. R. Aquino Cruz

 

  • A partir de hoy Filosofía Millennial llega a un final que es a la vez definitivo e indefinido. Definitivo porque este es el último texto de Filosofía Millennial, como tal, que escribiré. Indefinido porque no es sabido para mí si en algún momento volveré a constituir un proyecto como éste

 

Hoy siento la necesidad de apartarme de este laboratorio conceptual en búsqueda de algo más. Quiero encontrar mis propias letras y quiero construir mi propio camino hacia la Filosofía.

 

En 2019, como resultado de una vida adormecida y anestesiada, nació Filosofía Millennial como una esperanza para volver a las letras y a la filosofía. Un camino que, para mí, iniciaba con la intuición de un problema y la intuición de una solución —personal, paliativa y, quizá, mínima— para un conflicto subjetivo y real: la búsqueda de un espacio filosófico en el que cupieran la persona común y corriente y el estudiante y profesional de la filosofía.

Un territorio común en el que los dos ángulos de una crisis personal dialogaran y construyeran algo así como reflexiones filosóficas en sentido no estrictamente académico ni técnico sino en sentido retórico y apelativo para la cultura popular.

Así, mi mirada inició pensado y reflexionando sobre un amplio espectro de temas relacionados con la cultura popular —hablé de música, de viajes y de mucho cine. Inicié creando notas de interés diarias en las que encontré el espacio idóneo para apuntar hacia algunos rincones de las industrias del entretenimiento que me parecían poco conocidas o que, simplemente, resonaban con una visión y un gusto personal.

Surgieron oportunidades que nunca me imaginé y que atesoro de manera íntima para toda mi vida: participar en la radio nacional, visitar una penitenciaría para conocer el trabajo de su compañía de teatro, recibir la atención de discográficas que me acercaban a sus valiosos artistas, asistir a conciertos en calidad de reportero y, más recientemente, asistir a premiers de películas que me pusieron en contacto con los mundos a los que tantas letras y horas le dediqué.

Hace cinco años exactamente tuve mi primera intervención en DIARIOIMAGEN con un texto diagnóstico en el que trataba de hacer una declaración de intenciones; hablaba sobre el concepto del millennial como un tópico de comprensión desde el que se desprenderían mis ensayos de interés filosófico y divulgativo. Pero, más que todo, me prometí y le prometí a mi lector ser en todo momento sincero.

Creo que lo he sido en la progresión de mis textos, para el que sepa verlo se narra en ellos tácitamente una historia de vida. El espacio para algunas confesiones, uno que otro remordimiento y muchas ideas inconclusas que apuntan en una dirección inefable aún para mí pero tan real como mi respiración.

Filosofía Millennial ha sido, para mí, la primera parte de un plan de vida a largo plazo que he formulado atropelladamente pero convencido de la vereda que trazo para mí. No es, para mí, aún un espacio de pensamiento bien formado ni de Filosofía. Ha sido, para mí, ante todo, un espacio de ensayo de ideas y preocupaciones que espero algún día tener la capacidad de transformar en letras y Filosofía verdadera.

Durante mi vida académica dediqué mis esfuerzos a escribir sobre los conceptos de grandes pensadores de la Filosofía Occidental; con los años sentí aquello como una camisa de fuerza que no llenaba ni alimentaba una necesidad creativa. Le di la espalda a ese camino; tomando lo aprendido, valorando lo humano y dejando atrás lo innecesario. Avanzando hacia la construcción de un quién sabe qué pero un quién sabe qué mío.

Depresiones, ansiedades y dolores después nació Filosofía Millennial. Un espacio de libertad creativa, sí, pero un espacio en el que me encontré, una vez más, escribiendo sobre el trabajo de otros: películas, músicas y artes valiosísimos pero nunca enteramente míos.

A veces, de malos productos de entretenimiento surgían valiosísimas reflexiones, a veces, todo lo contrario. A veces, las voces de las que escribía me sobrepasaban. A veces, sospecho, yo las superaba —sublimándolas innecesariamente o proyectando mi propia vida en ellas, pero las llevaba a otro lugar.

Hoy siento la necesidad de apartarme de este laboratorio conceptual en búsqueda de algo más. Quiero encontrar mis propias letras y quiero construir mi propio camino hacia la Filosofía.

Esto implica que a partir de hoy Filosofía Millennial llega a un final que es a la vez definitivo e indefinido. Definitivo porque este es el último texto de Filosofía Millennial, como tal, que escribiré. Indefinido porque no es sabido para mí si en algún momento volveré a constituir un proyecto como éste.

Me queda, por demás, un amor fati. Un amor a lo que es y lo que fue y nada más. Un agradecimiento infinito para quienes me leyeron, para quienes hicieron posible este espacio, para quienes me criticaron y para quienes confiaron en este proyecto y decidieron colaborar con él en cualquier capacidad.

“Le debemos un gallo a Asclepio”, dice Sócrates como sus últimas palabras según Platón. Un gesto que Nietzsche leería como una declaración del filósofo ateniense de que, dado que la vida es una enfermedad, la muerte es una cura y, por lo tanto, habría que sacrificar un ave en agradecimiento al dios de la medicina.

Otra lectura —quizá un tanto aventurada—, quiere ver en esta frase una declaración del poder imperecedero de la Filosofía. Según ésta, Asclepio es también el dios de las resurrecciones, el dios que hace resurgir de la muerte y el que, de alguna manera, garantiza una persistencia en el ser inagotable. El gallo, en este punto de vista, representaría la voz nueva de un nuevo día; tal como el ave decide anunciar la llegada de cada sol con su canto.

De este modo, asegura esta interpretación, las últimas palabras de Sócrates significarían un sacrificio de agradecimiento pero no por la muerte sino por la vida que volverá. En específico, la vida de la voz de la Filosofía que, aunque muera Sócrates, algún día renacerá en las palabras de nuevos filósofos que le canten al nuevo sol. Un agradecimiento por la resurrección eterna de la Filosofía, aunque tenga una nueva cara.

Es en este segundo sentido en el que yo me despido: le debemos un gallo a Asclepio.

GRACIAS

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