El peor oficio, la política

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

La exigencia de la Revolución Mexicana fue el sufragio efectivo, no reelección. Noventa años después, la ciudadanización de los comicios hizo posible el respeto al voto y a la representación popular. Se desterró la tentación de perpetuarse en el poder y evitó el ascenso de gobiernos espurios. Sin embargo, la evolución de nuestra democracia abrió las puertas para repetir en cargos legislativos o municipales, como si nuestros dirigentes tuvieran que ser premiados por funciones que han quedado a deber.

En apoyo a nuestro sistema pluripartidista, el gobierno apertura la asignación de congresistas de mayoría relativa, con lo cual la oposición tuvo acceso a las Cámaras y ahora a la reelección, igual que los ediles. La lógica de crear una carrera parlamentaria o alentar la repetición municipal contraviene el espíritu antirreeleccionista del movimiento social de 1910. El fantasma del porfiriato ronda nuevamente los campos de la democracia.

La política en México se ha desprestigiado y ha agotado las generaciones de tribunos o verdaderos servidores públicos. Ahora arriban a los cargos como pago de favores, por feudos o cuotas de poder. El elector vota por partidos porque no conoce a sus candidatos, quienes ya electos olvidan a sus representantes y dejan de cumplir con su obligación de hacer leyes, de gestionar, de proponer y aprobar presupuestos y ser contrapeso del Ejecutivo; se han convertido en oficialía de parte y, salvo honrosas excepciones, son levantadedos. En los ayuntamientos no es distinta la cosa, muchos ediles son improvisados que desconocen la administración municipal o son subordinados de los gobernadores que poco hacen por su gente.

Por eso llama la atención que 187 de quinientos diputados pretendan reelegirse, así como casi la mitad de los alcaldes de la CDMX y cientos de presidentes municipales en todo el país. Es curioso que muchas de las propuestas de campaña de los que quieren repetir son nuevos ofrecimientos y no la continuidad de las acciones positivas durante su gestión, si es que las tuvieron. Esperemos que los votantes no se dejen engatusar por estos remedos de políticos que han desprestigiado la función pública.

Distamos mucho de contar con legisladores como El León del Senado, Edward M. Kennedy, de la dinastía de políticos demócratas gringos, quien fue representante cameral por Massachusetts casi medio siglo, reelecto nueve veces, con el reconocimiento de sus votantes y de sus pares.

Un viejo chiste recrea un diálogo entre diputados mexicanos:

¬ En las próximas vacaciones quiere estar tranquilo e ir a un lugar donde la gente no me conozca

¬ Regresa a tu Distrito, le respondió su colega.

Creo que hay mucha desfachatez de algunos candidatos para suponer que sus representados quieren que se queden en el cargo. Sin embargo, le apuestan a la maquinaria electoral de sus partidos para poder ganar. Algunos lo lograrán, en detrimento de la ciudadanía, la cual no ve quién ni cómo resolverá sus necesidades de salud, empleo, seguridad, agua, educación, transporte, servicios o recreación. La crisis económica y la pandemia parecen no preocupar a los políticos.

La reelección es una gran tentación para megalómanos, autócratas o dictadores. Aun para demócratas es una debilidad la ambición de poder, el propio Juárez duró más tiempo en la silla presidencial que Santa Anna en sus once periodos al frente del Ejecutivo. La dictadura de Díaz, revestida de “democráticas” reelecciones, no es la única intentona por perpetuarse en la Presidencia. Por ello debemos ser cuidadosos e impedir, con nuestro voto, esos arrebatos carnales de líderes que creen están destinados a dirigir por siempre los destinos de los ciudadanos. No demos por muertos a esos politiquillos que quieren emular a Edward Kennedy en el Congreso o en la administración pública.

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