Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Enrique Serna escribió una novela sobre Antonio López de Santa Anna, su Alteza Serenísima, el megalómano que ocupó la silla presidencial en once ocasiones, pero que estuvo en el cargo mucho menos tiempo que Benito Juárez. La verdadera pasión del xalapeño era la guerra; abandonaba Palacio Nacional con frecuencia para combatir al enemigo, lo mismo nacional que extranjero. A pesar del mote de vendepatrias, fue un soldado de la República con tintes nacionalistas. Serna tituló su obra “El Seductor de la Patria”. El nombre cae ahora como anillo al dedo.
Entre AMLO y el héroe de Tampico hay mucho paralelismo. Ambicionaron el poder hasta conseguirlo, pero una vez instalados en él, optaron por el papel de general uno, y candidato permanente el otro.
Para algunos historiadores, el también llamado Guerrero Inmortal de Zempoala -en el himno nacional, auspiciado por el propio Santa Anna, una de sus diez estrofas originales estaba dedicada a él y al emperador Iturbide-, fomentó la división de la clase política, disolvió Congresos, cambió la forma de gobierno de federal a centralista de un día para otro y contribuyó a un largo periodo de inestabilidad del que se tardó mucho tiempo superar. Actualmente vivimos una dramática polarización política y social, se ha roto de facto la división de poderes y existe una sumisión de legisladores y ministros que se someten a los caprichos presidenciales, aunque se violente la ley o se incumpla con la Constitución. El federalismo es solo una expresión retórica y vivimos una profunda inestabilidad económica que puede convertirse en crisis social.
Santa Anna se hizo el indispensable y a pesar de sus yerros en la administración pública y en la conducción del país, sumido en la bancarrota y con excesivos gastos militares, era llamado y proclamado cada vez que se iba a su hacienda en Veracruz o era exiliado. 30 millones de mexicanos pidieron a gritos que llegara la 4T, se embelesaron con las promesas de que se acabaría con la corrupción, que vendría un periodo de unidad, paz social y bienestar para todos. No más coloniaje, no más empresas extranjeras que expoliaran al pueblo. Las mismas promesas que las del veracruzano en el siglo XIX. Santa Anna fue nacionalista, lo mismo combatió a los españoles que a los independistas que se querían anexar a los Estados Unidos, enfrentó a los franceses en el Puerto de Veracruz durante la primera intervención. Sin embargo, sus derrotas resultaron caras al país. Se perdió la mitad del territorio nacional, se tuvo que pagar los costos en la guerra de los pasteles y las campañas militares del general ahondaron la pobreza nacional.
A dos siglos de distancia, en un arranque patriotero, el presidente abrió un frente internacional que afectará el futuro del país. No conforme con la hiperinflación que padecemos con la amenaza de caer en una depresión económica, decidió retar a nuestros socios comerciales en un afán absurdo por rescatar a Pemex y a la CFE en una era donde el cambio climático obliga a la utilización de energías limpias y aceptar la inversión extranjera. A ello se comprometió México cuando firmó el T-MEC, pero el proyecto político de la 4T -que no leyó las letras chiquitas-, requiere de “salvar la industria nacional” con sus combustibles fósiles. El nuevo Seductor de la Patria hace un llamado chauvinista para que en plenas fiestas patrias, los mexicanos todos declaren, como Niños Héroes, la guerra a los Estados Unidos y a Canadá, quienes buscan violar, como en el siglo XIX, la soberanía nacional y regresarnos a la Colonia, donde las empresas extranjeras, convertidas en modernos conquistadores, quieren explotar nuestras riquezas. La arenga no es más que un distractor para incumplir con los acuerdos establecidos a principios del sexenio. México sacará la peor parte y tendremos que pagar los “gastos militares” -como con Santa Anna-, unos 30 mil millones de dólares, de esta absurda guerra comercial.