Por la Derecha..!
Luis Ángel García
En la eterna guerra de cifras, el gobierno de la 4T insiste en que esta administración ha podido contener los homicidios dolosos, esa expresión terrorífica de la violencia que vive el país. Independientemente de la interpretación que hacen de la numeralia, este sexenio será el más sangriento del México contemporáneo. Sin embargo, se observa una ligera disminución en el registro oficial de muertes, lo que atribuyen los panegiristas del régimen y sus voceros a que han funcionado los programas sociales gubernamentales. Nada más alejado de la realidad.
La aparente disminución de asesinatos —habrá que esperar un comportamiento similar en los próximos meses para suponer que realmente bajaron los homicidios dolosos, ya que una golondrina no hace verano— no necesariamente se debe a la concreción de una política social efectiva, ya que jóvenes construyendo el futuro y sembrando vida, son acciones clientelares que sólo buscan mantener una base electoral en beneficio de la 4T, programas que no tienen metodología ni planeación y sólo pretenden agrandar el censo de viejitos y “ninis” que se conforman con una dádiva, por lo que no se puede medir su verdadero impacto social. Son estrategias que buscan cooptar a los sectores más vulnerables y menos productivos que se conforman con paliar su subsistencia. Prueba de que no hay una real política de desarrollo social es que se han generado más de cuatro millones de nuevos pobres. Por lo tanto, las estrategias de mitigación social, como parte de la política de abrazos, no balazos, no han contribuido a la pacificación del país.
Pensemos en otros escenarios, como pueden ser los pactos de no agresión entre grupos criminales o con autoridades. Los Estados Unidos están muy al pendiente del clima de violencia que impera en el país, incluso han generado diversas alertas para sus compatriotas y empleados previniéndoles sobre los riesgos de inseguridad en carreteras y ciudades dominadas por la violencia. La Casa Blanca y el Pentágono también han advertido sobre la ingobernabilidad que se vive en buena parte del territorio nacional, ya que el crimen organizado ha sustituido los poderes formales al imponer autoridades, manejar los comicios, sobornar a policías, ministerios públicos, jueces y autoridades municipales y estatales. Ante la preocupación de los americanos por el riesgo que representa la violencia y la inestabilidad para sus intereses, no sería nada extraño que las diversas bandas hayan pactado una tregua mientras pasa la llamada de atención del gobierno demócrata.
Por lo que hace a los llamados que hacen las diversas autoridades a los narcotraficantes para que no agredan a los civiles a cambio de no perseguirlos, puede ser otra explicación a la baja en los homicidios, que no de la violencia, ya que en las últimas semanas se han registrado eventos de fuerza como los bloqueos de carreteras y caminos, el incendio de automóviles, autobuses y camiones de carga, la quema de negocios comerciales y las ráfagas de fuego sobre fachadas de inmuebles privados, policiales o gubernamentales. El terror también es una forma de controlar la vida de la gente sin necesidad de causar daño letal, pero afecta la vida en comunidad, ya que nadie sale a la calle, como en Zacatecas, donde la actividad criminal obligó al cierre de escuelas y la negativa de los catedráticos a dar clases en la Universidad.
Así que el gobierno de la 4T no debe cantar victoria, el manejo discrecional de las estadísticas no puede ocultar la realidad. Este será el sexenio más sangriento del México contemporáneo y la disminución marginal de los homicidios dolosos no necesariamente marcará una tendencia. Esperemos que, aunque sea con pactos de no agresión, hagan menos letal la vida de los ciudadanos.
