- Entre flores blancas, el jardín de Kensington
Los príncipes Harry, William y su esposa Kate rindieron ayer miércoles un sobrio homenaje a Diana Spencer, veinte años después de su muerte.
Mientras los medios del país emitían programas y especiales sobre la todavía muy popular princesa de Gales, sus hijos visitaron bajo la lluvia el jardín blanco efímero, creado en su memoria en el palacio de Kensington, donde residía Diana.
En el jardín predominan las flores de tonos blancos, con algún toque de color, y fueron especialmente plantadas este año para rendir homenaje a la princesa.
Los príncipes observaron después a unos metros del jardín los ramos de flores depositados por la gente, antes de que Harry colocara el suyo, que le fue entregado por una persona del público.
“Vine hace 20 años con mi madre y mi hijo, que ahora tiene 21 años”, dijo Stephanie Davinson, maestra auxiliar de 52 años, tras depositar su ramo. “Lo hice por sus hijos, que siguen su camino. Creo que hay mucho de ella en ellos”. Delante de las vallas del palacio londinense, ramos, mensajes y fotos comenzaron a acumularse desde el martes, veinte años después del mar de flores depositado en el mismo lugar por millones de personas desconsoladas.
Preocupados por perpetuar el compromiso de su madre y por preservar su legado, ambos príncipes deben también reunirse con representantes de organizaciones caritativas a las que ella apoyaba, lejos del glamour del gigantesco concierto que habían preparado en Londres por el décimo aniversario de su muerte.
Diana cambió a la realeza británica
Desde su compromiso con el príncipe heredero Carlos cuando sólo era una joven tímida de 20 años, pasando por su papel de madre entregada y de defensora de causas humanitarias, hasta su trágica muerte, Diana desestabilizó a la familia real británica y marcó una época.
Amiga de celebridades y personajes mediáticos, esta aristócrata, cuya imagen pública escondía una personalidad atormentada, se forjó una popularidad mundial mostrando su empatía con los más desfavorecidos. Sus confidencias privadas revelaron también a una mujer independiente, que se tomó ciertas libertades con respecto al protocolo y las tradiciones monárquicas.
Para anclar de manera duradera el recuerdo de su madre, William y Harry encargaron igualmente una estatua de Diana que será erigida posteriormente -lo más probable a finales de año- en los jardines de Kensington.
Fue este proceso de legado lo que les empujó a romper años de silencio oficial en torno a su madre para hablar de ella por primera vez a corazón abierto, en un documental emitido en julio en la cadena de televisión británica ITV.
Los dos príncipes, que reemplazaron a su madre ante los focos de las cámaras y en las portadas de los tabloides, recuperaron también el testigo de sus compromisos oficiales, desde la lucha contra las minas antipersona a la defensa de los desprotegidos, pasando por la sensibilización sobre los problemas de salud mental.
La influencia de Diana sobre la monarquía continuó incluso después de su muerte, la cual dañó gravemente la imagen de los Windsor. La reina Isabel II fue especialmente criticada por su supuesta insensibilidad ante el fallecimiento de su ex nuera y el dolor de sus súbditos. Obligada a modernizarse, esta familia real, que la princesa de Gales decía deshonrar, salió reforzada del drama. La soberana es actualmente más respetada que nunca, en un momento en el que su reinado bate récords de longevidad. La joven generación, entre ellos William, su esposa Kate y sus dos hijos, trajeron un aire de frescura a Buckingham. Y el príncipe Carlos, del que Diana se divorció en 1996, se volvió a casar con su amante Camila y se prepara para asumir algún día el trono.