Una Navidad distinta

Por la Derecha..!

Luis Ángel García

 

Quienes ya peinan canas —si afortunadamente todavía tienen cabello—, reconocerán la diferencia entre la Navidad de hace algunas décadas y la actual. Los que nacimos antes del periodo de la crisis permanente, la hiperinflación y la devaluación de la moneda —de los ochenta a la fecha—, reconocemos un periodo de dicha  colectiva, indicador que hoy miden algunas instituciones internacionales para conocer qué tan feliz es una nación. Los mexicanos que nacieron, en la década de los cincuenta, disfrutaron del milagro mexicano, periodo de bonanza económica que posibilitó la movilidad social, crear una clase media urbana y la industrialización del país a través del modelo de sustitución de importaciones. Las familias mexicanas tenían más recursos económicos para festejar y perpetuar las centenarias tradiciones navideñas y, experimentar un sincretismo con las costumbres anglosajonas de Papá Noel y los regalos para los niños luego del nacimiento del Niño Jesús. Afortunadamente, la aparición de los Reyes Magos se mantiene hasta la fecha.

Luego de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, hace casi quinientos años, los frailes españoles utilizaron las posadas como un mecanismo pedagógico evangelizador, donde la piñata representa -con sus siete picos-, los pecados capitales y, su destrucción a palos, la redención de los paganos.

Durante media centuria en el siglo XX, las tradiciones navideñas quedaron restringidas a los dictados de la Curia Romana y la fuerte y monolítica religiosidad mexicana -la conquista hispana no solo fue de dominación y exterminio, sino  de profunda religiosidad-, lo que hizo que las celebraciones de la Navidad fueran para venerar al nacimiento de Jesús y los Reyes Magos como adoradores del enviado de Dios. Mucha iglesia y poco festejo, salvo la adoración de los muertos, a los que el Creador da permiso para visitar a sus familias a principios de noviembre.

Pero la industrialización y la formación de la clase media urbana hicieron permeables las costumbres de la cultura anglosajona. La religiosidad dio paso, de nueva cuenta, al sincretismo y las festividades de fin de año se convirtieron en una verbena de eventos que iban de la adoración católica al consumismo. Las Posadas permitieron la fiesta social y pasó a segundo plano la adoración de Dios, la cual quedó en arrullos y cánticos, pero con rompimiento de piñata y el alcohol, como fuga a los problemas sociales y personales.

La generación de los cincuenta —todavía millennials—, pudo disfrutar de Navidades distintas, misas de Gallo, posadas con piñatas de barro, pedir posada, encender velitas para quemarle el cabello al vecino que iba adelante del latoso, tomar ponche natural, aunque muchos con alcohol, recibir la canastita con colación y entonar los cánticos navideños.

El consumismo capitalista nos ha hecho rendir pleitesía a los regalos, a la adoración de Santa Claus y ver a los Reyes Magos como un accesorio de los nacimientos. Aunque las tradiciones mantienen regalos, festinan lo “gringo”, finalmente quedan las costumbres mexicanas. Las familias siguen respetuosas de las festividades a pesar de que las condiciones económicas no lo permiten, como con el modelo industrializador, cuando daba recursos económicos suficientes para festinar. Las Navidades no son iguales, pero la idiosincrasia del mexicano es más fuerte que sus desgracias.

Sólo por no dejar: Amigo lector, deseo de corazón que esta Navidad sea un evento que le permita la unión familiar, la realización de proyectos personales y que, a pesar de las dificultades económicas y de seguridad de este año, 2023 sea un ciclo de salud y de muchos éxitos. Enhorabuena.

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