Se comenta sólo con…
Carlos Ramos Padilla*
En ocasiones me da la impresión que llegamos tarde y mal informados a las reformas. Cuando en el mundo se discute la capacidad energética, en México entramos a pantanos de discusiones; cuando se aplican medidas de seguridad y protocolos sanitarios para la migración, en México son desatinos; cuando países se empeñan en mejorar su democracia, en México se debilitan las instituciones y se ataca al INE; mientras en el mundo se buscan canales de interacción social, en México se ataca los medios de comunicación; cuando los códigos legales se refuerzan en la mayoría de los países, en México se vive una ausencia del Estado de Derecho.
Pero nuestro país está llegando a fronteras muy riesgosas para la dinámica social que podrían caer en los extremos de ciudades como Nueva York o San Francisco, dos íconos de Estados Unidos, hoy en franca y creciente decadencia.
En Manhattan el libertinaje ya es absoluto. Drogas sin recato, migrantes ilegales fomentando el contrabando, basura, muchísima basura en las calles, gente muy abandonada y con enfermedades mentales, enorme cantidad de ratas en calles, avenidas, viviendas y líneas de transporte y por aquello de la diversidad y las modas no se sabe si uno está frente a un hombre o a una mujer.
Gente tatuada, perforada, mal rapada, en franco desafío con las normas establecidas. Los llamados “homeless” (gente solitaria, pobre y en abandono urbano) se han multiplicado por mucho en San Francisco, contribuyendo a la inseguridad, suciedad y agresiones.
Debo reconocer que este par de ejemplos metropolitanos exhiben, aún, altos estándares de seguridad, pero ello no implica los frecuentes e incómodos acercamientos de personas fuera de control contra los ciudadanos. Muchos viven, en ambas ciudades, de comer desperdicios de comida en la vía pública o en los botes colocados en el Metro.
La migración de ilegales ha superado los índices históricos y la promiscuidad racial es evidente. Ellos han determinado seccionar sus territorios como ghettos. Marcan sus sitios con banderas LGTB, por color de piel o por estatus social generando una división impropia de niveles.
Incluso, los bares LGTB están condicionados a la zona y a la edad. La degradación en estos comportamientos sociales señalan que algo anda mal. El mal ejercicio de la libertad y de los derechos humanos han atravesado líneas muy peligrosas incluso para la formación educativa de los niños. Nueva York huele a droga y los intoxicados deambulan por las calles de día y de noche.
En México tenemos el grotesco y provocador espectáculo de un servidor público (que en nada involucra a la identidad de género) sino a su ridícula presencia en recintos públicos de Aguascalientes dentro del sistema judicial. Hoy se presenta como “le Barbie magistrade”, Jesús Ociel Baena Saucedo, un personaje académicamente muy preparado.
Repito nadie debe estar en contra de sus preferencias sexuales o su definición voluntaria de género, pero presentarse en las instalaciones del tribunal electoral como “Barbie” parece que confunde un desfile LGTB en una especie de afrenta a las normas y leyes vigentes con una imposición que en nada ayuda a su comunidad.
* Conductor del programa Va en serio, Mexiquense TV Canal 34.2, IZZI Canal 135 y Mexiquense Radio.